Treinta radios convergen en el centro
de una rueda,
pero es su vacío
lo que hace útil al carro.
Se moldea la arcilla para hacer la vasija,
pero de su vacío
depende el uso de la vasija.
Se abren puertas y ventanas
en los muros de una casa,
y es el vacío
lo que permite habitarla.
En el ser centramos nuestro interés,
pero del no-ser depende la utilidad.
Cito, en relación a este verso del Tao, una charla de Sri Nisargadatta Maharaj:
Maharaj: El placer y el dolor perdieron su dominio sobre mí. Yo estaba libre de deseo y de temor. Me encontré a mí mismo pleno, sin necesidad de nada. Vi que en el océano de la presenciación pura, en la superficie de la consciencia universal, las innumerables olas de los mundos fenoménicos emergen y se sumergen sin comienzo ni fin. En tanto que en consciencia, todos ellos están en mí. En tanto que eventos, todos son míos. Hay un poder misterioso que cuida de ellos. Ese poder es la presenciación, el Sí mismo, la Vida, Dios, déle usted el nombre que quiera. Es el fundamento, el soporte último de todo lo que es, lo mismo que el oro es la base de toda la joyería. ¡Y es tan íntimamente nuestro! Haga abstracción del nombre y la forma de las joyas y el oro deviene manifiesto. Libérese del nombre y de la forma, y de los deseos y temores que crean —¿qué queda entonces?
Interlocutor: Nada.
Maharaj: Sí, el vacío queda. Pero el vacío está lleno a rebosar. Es la potencialidad eterna, como la consciencia es la actualidad eterna.
Interlocutor: ¿Por potencialidad usted quiere decir el futuro?
Maharaj: El pasado, el presente y el futuro —los tres están ahí. E infinitamente más.
Interlocutor: Pero puesto que el vacío es vacío, es de poca utilidad para nosotros.
Maharaj: ¿Cómo puede usted decir eso? Sin ruptura en la continuidad, ¿cómo puede haber renacimiento? ¿Puede haber renovación sin muerte? Incluso la obscuridad del sueño profundo es refrescante y rejuvenecedora. Sin la muerte habríamos sido tragados para siempre en el pantano de la senilidad eterna.
XII
Los cinco colores ciegan al hombre.
Los cinco sonidos ensordecen al hombre.
Los cinco sabores embotan al hombre.
La carrera y la caza ofuscan al hombre.
Los tesoros corrompen al hombre.
Por eso, el sabio atiende al vientre y no al ojo.
Por eso, rechaza esto y prefiere aquello.
Sentidos. Percepciones sensoriales. Vista, oido, gusto, olfato. Excesos de sensualidad. Embotamiento. ¿Lo que perciben nuestros sentidos es lo real? Lo real, yace más allá de ellos, pero con qué facilidad, y a veces hasta con qué gusto, nos perdemos en este mundo de ilusiones. Lo real y lo ilusorio, ¿cuál es el límite perceptible que separa uno de otro?